Tlahtolin ka amo miktli.

"Tlahtolin ka amo miktli, za kochi. Ueliui ieualiztli, uan in tlaltikpac imachtiaz kakiz..." (La palabra no está muerta, solo duerme. Pronto se levantará, y el mundo se enseñará a escucharla...) Jhavi.

martes, 7 de junio de 2011

III. Del momento en que Marco Apolinar recibió el llamado.

III.             Del momento en que  Marco Apolinar recibió el llamado.

Fueron varias semanas en las que la idea de cambiar mi vida rebotaba en mi cabeza, más bien, parecía que me perseguía; el haber visto a mi madre, frente a mí, como enojada, me hacía pensar en mi futuro, la última vez que vi esa mirada lacerante fue cuando ella estaba en su lecho de muerte, acostada, casi sin poder respirar pero con el cigarro en la mano y gritando me repetía constantemente que tenía que ser un cabrón, no como mi padre; nunca entendí eso pues a ese hombre nunca lo conocí, ella murió como elevando al cielo esa frase a manera de oración “tienes que ser un cabrón”. Las cosas debían de cambiar, eso estaba claro, pero el cómo me agobiaba, me desgastaba.

Tomé mi mochila  y puse lo necesario para salir a trabajar. Lo complicado del trabajo es aprender a empacar, cortar el papel al tamaño exacto para formar los tubos sin que estos se abran, además todos deben pesar lo mismo aunque la verdad es fácil escarbarle a uno y otro para sacar un personal.  Desde el día en que el barrio me navajeó tuve que buscar un nuevo conecte, también cambié mi zona de trabajo, el crucero ya no era seguro.  Regresé a la secundaria, era un mercado que estaba caliente, pero seguro que había ventas; hacia ya algunos años desde que dejé la escuela sin embargo siempre me mantuve al tanto del movimiento. Llegué a la esquina un poco antes de la hora de salida, era un buen horario, el turno matutino salía mientras se formaban las filas para la entrada de los del turno vespertino, un verdadero desmadre; para pasar desapercibido me había puesto mi uniforme, caminaba por las calle con mi pantalón gris de cuadros y mi suéter verde, pero en mi mochila no llevaba libros. Sonó el timbre y el tumulto se formó, me dirigí a ellos mezclándome entre la bola. Rápidamente los tubos se fueron acabando, mi mochila quedó vacía, mis bolsillos quedaron llenos, mi orgullo también, algo estaba cambiando.

Ya de camino a mi casa atravesé el tianguis del Rosarito, la sensación en mi cuerpo fue como si me llamaran, clarito escuché mi nombre “Marco, marco”, quise caminar más rápido pero me fue imposible, así que di vuelta a mi rostro y la mirada se fijó fuertemente en ella, de color negro, con el número tres en el costado izquierdo, al frente MÉXICO bordado en blanco; desde el día que atraparon a la Barbi y al J.J me prometí que tendría una camisa de esas . Saqué mis ganancias las cuales fueron canjeadas por aquella prenda, me quite el suéter verde y me puse la playera, levanté el cuello para sentirme más poderoso, besé el crucifijo y seguí caminando, realmente algo estaba cambiando.

 CONTINUARÁ...


"Sin mirar atrás"    sakushika

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