Tlahtolin ka amo miktli.

"Tlahtolin ka amo miktli, za kochi. Ueliui ieualiztli, uan in tlaltikpac imachtiaz kakiz..." (La palabra no está muerta, solo duerme. Pronto se levantará, y el mundo se enseñará a escucharla...) Jhavi.

lunes, 31 de enero de 2011

LA DIVINIDAD DEL ARTISTA



Me gusta ser artista porque cuando estoy en el acto creador me siento como Dios, mezclando los elementos básicos para formar la vida, para formarme, para comunicar sus infinitos pensamientos.

Del mismo modo, tomar en mis manos materia inerte y moldearla, darle vida, formar algo que tiene parte de mí, algo que comunica mis pensamientos, algo infinito, eterno, porque así son los pensamientos, me hace sentir divino. Desde mi punto de vista, el artista siempre ha estado vinculado con la divinidad, no lo puede evitar, su trabajo es espiritual.

Así como el niño que juega, el artista se abstrae, crea, se transporta, cambia su realidad, y no existe realidad más pura que la creada por un niño; el niño también es divino. Al artista se le es fácil imaginar, toma un concepto, una idea y la plasma, la comparte, no persuade, solo comparte, espera a que el espectador logre el goce estético con su obra así como Dios espera que el feligrés se admire con la suya.

Con lo anterior no quiero decir que el artista sea superior, claro que no, en condición es exactamente lo mismo que cualquier otra persona, entonces ¿qué lo ha hecho diferente a través del tiempo?, la acción de crear, de crear a través del espíritu.

 Cada obra de arte es, en parte, autobiográfica, el artista utiliza sus vivencias y reinterpreta, deja parte de sí en su trabajo, contempla su realidad, la analiza y estampa su idea, respeta la triada, lo que piensa, lo siente y lo ejecuta, su producto al nacer de sí lleva su esencia.

Dicta un adagio popular: “De poeta, cantante y loco, todos tenemos un poco”, pero pocos nos atrevemos a explorar esa locura que nos permite reinterpretar nuestra realidad, regularmente somos conformistas y dejamos que otros sean los creativos. Dejémonos llevar, permitamos que el espíritu creativo invada todo nuestro ser. Toda obra de arte se compone de fondo y forma[1], cuando nos enfocamos en el fondo, creemos que ya todo está dicho y eso nos impide adentrarnos en la actividad creadora; lo importante es pensar en la forma, en cómo yo lo veo; eso es lo interesante, es lo que hace el artista, a él no le importa si lo que quiere comunicar fue dicho con anterioridad, sino cómo puede decirlo en este momento para su entorno.

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza compartiendo una parte de su divinidad con su creación. El artista, al igual que Dios, comparte su espíritu con la obra de arte vinculándose con el espectador.  Ahí radica la divinidad del artista.


[1]  El Fondo o Contenido, es lo que se dice. La forma es el cómo, es decir, la manera que se dice. N.A.

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